Ayer retomamos (lejos de nuestra sede) el pulso de nuestra tertulia tras meses de ausencia obligada por el Covid-19 con la esperanza de que el próximo día fuera el de regreso a nuestra casa. Aún con el sabor dulce del reencuentro, la vida va y nos golpea hoy con un mazazo, se nos ha marchado Pedro, sí, nuestro Pedro, Pedro Anaya, un desconocido para la mayoría de nosotros, pero que nos abrió las puertas de su casa hace ya más 27 años cuando éramos estudiantes universitarios para apostar por un grupo de amigos y por nuestra tertulia. Desde entonces, siempre él detrás de la barra, sin hacer ruido, miércoles a miércoles, año a año, pregón a pregón, como buen continuador de una tradición familiar que esperamos su hijo mantenga para acrecentar aún más la leyenda de la Espero te Esquina.
Nos deja tal como él era, en silencio, sin hacerse notar, de manera discreta, como sin querer molestar, y muy lejos de su barrio de la Alfalfa y su parroquia de San Isidoro, allá en Rota(Cadiz), en el nuevo paraíso que se estaba preparando para disfrutar una vez diera el relevo definitivo a su hijo. Maldita sea, dichoso destino.
Se queda un vacío en la barra que será difícil de suplir.
Te tendremos siempre en el recuerdo Pedro, y muchas gracias por todo lo que hemos vivido allí en tu casa, en la que tu hiciste la nuestra. Que nuestro recuerdo sea una sonrisa.
D.E.P.
