Hoy me apetecía escribirte
algo. No todo iba a ser pedir y pedir. Puede ser que, ya que estás en cada uno
de nosotros, sean demasiadas las veces en que damos por hecho que el simple
deseo será satisfecho por tener al amigo tan cerca. Como la pelea diaria por la
vida va mostrando que eso no es tan fácil, hoy se me ha ocurrido que no sería
mala cosa darte algo yo, aunque sea por una vez. También puede ser que pienses
que te hago la pelota, mientras le doy al de la mirada limpia lo que tanto hace
que le debo. Pues seguro que algo hay de todo, amigo mío.
Aunque seguro que tu manejas
mejor información, te voy a contar como veo yo que van a ir las cosas. Todos
los años me pasa lo mismo. Llegando estas fechas, me pongo a pensar en la ansiada
espera de tu llegada. Por cierto, que estuve en Belén, y ya fue mala suerte que
os cogiera la nieve aquel día. Creo que por allí nieva poco, tirando a nunca.
Pero así tenía que ser, con frío, y al relente. Sabemos que venías bien
recomendado, pero se ve que no estaban allí arriba por ponerte fáciles las
cosas. Aquella espera cuajada de pastores y magos, aquella fiesta mesiánica te
la repitieron a las puertas de la ciudad santa treinta años, mal contados, después.
Y ya ves, estás encima de la borriquita paseando por El Salvador, sintiéndote
el Rey de Reyes, con aclamación general, y a los cuatro días sudando sangre por
la Plaza de los Carros. Y los amigos aprovechando el olivo para echar la
siestecita.
No. No te pusieron fáciles
las cosas. Nadie lo hizo. Esos soldaditos romanos que no faltan en el nacimiento
que hoy se instala en cada casa, tuvieron hijos, que también se alistaron en
las legiones, y por no hacer daño, diremos que, en su destino de la Judea, sólo
se portaron regular contigo. Y de entre los de tu equipo, alguno te negó,
alguno desconfió, y a otro lo vieron por Santiago haciendo del beso el gesto
más mezquino.
Mientras, esa madre que te
mira orgullosa en el portal, no sabe qué clase de destino le está escrito a su
dolor inconsolable. Y desde la Puerta Jerez a la del Sol, los vecinos ven sus
mil caras de la desolación y el desgarro. Quizás alguna vez consigamos que el
estar con Ella, durante tu martirio, arranque una imposible sonrisa de la
Amargura absoluta. Fíjate, hay hasta quien dice que le pareció adivinársela
allá por el Arco. No sé.
El caso es que la liaste
buena, amigo. Que se te echa de menos en este lío que nos ha tocado vivir. Que
aunque estás, porque yo sé que estás, no puedes repartir tanto pan como hambre
hay. Y para colmo, hay mucho desgraciado que sólo quiso oír la parte del vino.
Que naciste con mal tiempo, y
que expirando, volviste a empapar a los tuyos y a los curiosos. Por cierto,eso
fue el Viernes, verdad? Sí. Seguro. Por el Patrocinio hay
un Cachorro de ida y vuelta que bien lo sabe.
Viniste desnudo y del frío, y
aunque lo mejor estaba por llegar, te fuiste despojado de tu ropa y en la
tormenta que llamaron tus ojos cerrados. Al relente.
Diego Bernal Cerquera