31 de marzo de 2011

LAS PASTAS


ENTREGA DE PASTAS

En la noche de ayer miércoles, último antes del pregón, y como viene siendo tradicional, se le hizo entrega de las pastas al pregonero de este año, Javier Hiraldo Cerquera.




23 de marzo de 2011

EXPOSICIÓN "UBI EST DOLOR"(STO. ENTIERRO)

En el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, se iniciará del próximo lunes 28 al 3 de abril, una exposición sobre el paso procesional del Duelo de María Santísima de Villaviciosa., su origen, historia y devoción.


http://www.santoentierro.org/

http://www.artesacro.org/Noticia.asp?idreg=67131

20 de marzo de 2011

COLABORACIÓN LITERARIA: "EN MI TERCERA TRABAJADERA"



En mi Tercera Trabajadera


Es difícil saber cómo y cuando empezó todo. No es que  no recuerde la primera ocasión cuando conocí a mi amigo Migue Balonga, a Fernando (retirado por problemas físicos hace ya algunos años), a su hermano José Ángel (a la postre inseparable e impagable compañero de viajes), a Jaime Cox, a Paco Ferrán, a Eguía y a muchos otros que hoy lo viven de distinta forma…., pero con el paso del tiempo tengo la sensación que se trataba de una etapa más del camino, de un camino que estaba perfectamente determinado desde tiempo atrás y por tanto, que quizás comenzara realmente mucho antes… posiblemente diseñado en las divagaciones de un pequeño nazareno con varita camino a la catedral, diez años atrás.
Con éste serán 24 años llevando a mi Cristo de Las Misericordias... más de media vida. Es un compromiso que va más allá del juego de un joven cofrade,  que cuando en el 88 se puso por primera vez un costal no podía alcanzar a comprender que aquel acto llegaría a ser más que una forma de vivir “su semana santa”.
Hasta ahora sólo en dos ocasiones, y lo fueron por causas meteorológicas, he dejado de acompañar a mi Cristo bajo las trabajaderas. Ésto no tiene más mérito que el de cualquier otro hermano que acompañe a sus Titulares con túnica o de paisano, con cirio o con cruz... pero las circunstancias del forzoso exilio laboral que dura ya más de tres lustros, hacen que sean ya demasiados los años que cuaresma tras cuaresma nos armamos de paciencia y emprendemos camino hacia  Sevilla para hacer ensayos, mudás y remudás. Son muchas horas de carretera, muchos kilómetros recorridos, muchos programas de radio escuchados (incluso algún derbi copero en directo), muchas las horas de sueño perdidas, muchas las preocupaciones ocasionadas en esposas y madres….
 El año pasado fue Eguía  quién nos abandonó en nuestros “cofrades desplazamientos intercuaresmales”. Circunstancias ajenas a sus más íntimos deseos le obligaron a ello. Este año mi inseparable compañero José Ángel lo seguirá siendo de trabajadera, pero ha dejado de serlo de carretera, pues por fin ha logrado regresar a su querida Sevilla de forma definitiva.
He meditado mucho la posibilidad de dejar  en el armario mi costal…. pero no puedo. No puedo. Intento mirar de frente un Martes Santo sin igualá, sin nervios  antes de la primera chicotá, sin ver mi cofradía desde fuera -en tercera o cuarta fila- mientras pasa el cortejo tras haber salido de un relevo, sin mirar a mi Cristo una vez acabado todo dándole las gracias porque un año más me dio fuerzas no ya para llevarlo, sino también para venir cada martes a los ensayos… No puedo, me faltaría algo, aún no estoy preparado.
Éste pasado martes hubo un nuevo ensayo. Cuando salí de casa el sol aún me sonreía. Mientras descontaba kilómetros acompañado por los acordes de diferentes marchas y me iba acostumbrando a la ausencia de mi inseparable compañero, meditaba a cerca de lo aparentemente ilógico de mi actitud, buscaba los orígenes de esta pasión… poco a poco los últimos rayos de sol fueron abandonándome mientras me dejaban en los brazos de mi Ciudad…. todo volvía a tener sentido. La luz que la envuelve, los aromas que la invaden, la pasión que se respira... todo volvía a tener sentido.
Regresé al amparo de la noche, con la ayuda de los sonidos de la radio que tanta compañía hace a los nocturnos viajeros. Cerca de la media hora sobre las tres de la madrugada llegué a casa. Un beso en la oscuridad del dormitorio fue correspondido con una sonrisa y el suspiro que denota la tranquilidad por fin recuperada tras horas de preocupación.
No se muy bien ni cómo ni cuando empezó todo, pero se que es un nexo más en la distancia, un  motivo más de ilusión….  más de media vida.
 No se muy bien ni cómo ni cuando empezó  todo. Quizás sólo termine cuando vuelva…. o quizás no, pero después de todo… ¿Qué importa cómo y cuándo empezó todo?


AHC

15 de marzo de 2011

FUE PREGÓN...

9 DE ABRIL AÑO 2000 -  JOAQUIN CARO ROMERO



No sé con qué está más guapa
la Esperanza Macarena,
si con el manto granate,
el de malla o el de hebrea,
el negro o el de tisú,
el blanco, el verde botella
o el que en terciopelo verde
bordara Esperanza Elena
para aquel glorioso mayo
de coronación y fiesta.
No sé con qué está más guapa
la Esperanza Macarena,
si con saya de volantes
o saya azul de princesa,
o saya de eucaristía,
o saya como bandera
hecha con tela de novia
y taleguilla torera.
Con medallas y rosarios
el cristal y el mármol sueñan
con latines en el coro,
incensarios y navetas.
El alfiler y el espejo
y el peine con que se peina
se están preguntando siempre
cómo está más guapa Ella:
si en el camarín mirando
al que la mira y le reza,
o entre la jardinería
de su paso en primavera,
o bajando a recibirnos
en el besamanos puesta.
No sé cómo está más guapa
la Esperanza Macarena,
si un sábado por la tarde
o un domingo de cuaresma,
si en la Madrugada grande
por la calle Anchalaferia
con fajín de general
aunque no estuvo en la guerra,
o cuando suena la Salve
en la Basílica llena.
Se va un siglo y viene otro,
pero Ella siempre se queda.
Y nosotros preguntando
con qué está más guapa Ella.
Y nadie sabe decirlo,
ni aproximarse siquiera
al concepto, a la medida,
al gusto y al teorema,
que todo lo que se pone
lleva su hermosura impresa.
Y vuelve loca a Sevilla

y con Sevilla, al planeta,
que la locura a su lado
es locura sin fronteras
y sabe que a la Esperanza
no hay nadie que no la quiera.
Se va un siglo y viene otro,
pero Ella siempre se queda.
Y nosotros preguntando
y soñando con la Reina
Madre de los macarenos
un sueño de madreperla,
un sueño de guardabrisa,
de entrevarales y cera;
un sueño de amor y gloria,
un sueño de cielo y tierra,
un sueño de Madrugada
cogido a la manigueta,
un sueño de avemaría
dentro de la parihuela.
Sé que si la sueño yo
es porque todos la sueñan,
como la soñó José
camino de Talavera,
como Muñoz y Pabón,
como Rodríguez Ojeda
o Inmaculada Rodríguez,
que le puso en la cabeza
todo el oro de los ángeles
que Sor Ángela fundiera.
Se va un siglo y viene otro,
pero Ella siempre se queda,
que alumbró hace dos mil años
al Señor de la Sentencia
y parece que fue ayer
el parto de la azucena.
Y ya en el año 2000,
con dos mil locuras nuevas,
que la lengua no se cansa
de pregonar su belleza,
sigo diciendo lo mismo,
lo que otros antes dijeran
y lo que dirán también
los que mañana la vean:
¡No sé cómo está más guapa
la Esperanza Macarena!

6 de marzo de 2011

5 de marzo de 2011

SAN ANTONIO ABAD: PRIMER VIERNES DE MARZO

Parece que el tiempo se ha detenido otro año más...





SEÑALES...





COLABORACIÓN LITERARIA: EL HORTELANO Y LOS TRES...(II)

Nuestro contertulio Vicente nos remite la segunda parte de su artículo publicado hace escasas fechas en el blog y que tanto gustó entre los miembros de la tertulia.

El hortelano y los tres obispos para Sevilla (II)

Allí donde termina la vista, un poco más allá de los últimos montes que se ven desde el huerto del hortelano hay una ciudad. La ciudad es milenaria. Por ella han pasado decenas de civilizaciones. Algunas llegadas desde países lejanos. Esa ciudad es ecléctica y sincrética: de todas esas culturas ha tomado lo mejor y lo ha ido acrisolando y fundiendo para conformar una idiosincrasia propia, ni mejor ni peor que la de las demás ciudades, sino, sólo, propia, peculiar. En esa ciudad hay una torre. En la torre anidan las golondrinas y los vencejos. Alrededor de esa torre, cada año, cuando va a llegar la primavera, se despliegan tiras de nazarenos. Tiras perfectas, como trazadas por el más diligente de los delineantes. Tiras interminables, eternas. Tras las filas de nazarenos llegan pasos de palio o de misterio, elegantes, lentos, armoniosos. Bajo los pasos, los costaleros, con su andar racheado y acompasado. Sobre el paso, la Virgen o su Hijo. Tras los pasos, la música. Y junto a la música, el sonido de los vencejos, el aplauso emocionado, el nudo en la garganta, el sonido de las bambalinas, de los faldones o de las zapatillas costaleras, el olé entrecortado. La música o….. la saeta. Ese clavel lanzado al viento, a Dios, a su Madre o al pueblo de Sevilla. Esa flor efímera que florece y se marchita, pero que mientras, inunda de emoción el corazón. La música, la saeta o …… el silencio. Ese silencio denso, ese silencio absoluto, casi la nada, ese silencio de respeto y de emoción. Ese silencio que no es ni mejor ni peor que otros silencios, sino, sólo, propio, peculiar, intenso, eterno. Ese silencio tan profundo que incluso se puede escuchar una lágrima cayendo por la mejilla. Y alrededor de todo esto, el pueblo. Ese pueblo peculiar, ni mejor, ni peor que otros pueblos, pero, sólo, peculiar.  Y sobre todo… el aroma. El aroma de los inciensos, de las mirras, del azahar, de la brisa que llega del río. Y además el color: la luz de la primavera, la ropa nueva del domingo de ramos, las flores, las capas, los cirios, las bambalinas, el azahar.
Es posible que un día, un jet parase en el aeropuerto de esa ciudad cuando llegaba la primavera. Que de él se bajase un hombre con ropa de butic, con zapatos de piel de cocodrilo y con reloj, suizo, de oro que brillara bajo el sol. Es posible que ese hombre recorriera las callejuelas de esa ciudad, quedara impresionado por la simetría de las tiras perfectas de nazarenos, por la serena e impecable armonía de los pasos, por el sonido, por el aroma y por el color y estuviera acompañado y agasajado, como corresponde a su importancia, por personajes locales. Ese hombre, acostumbrado a dirigir gigantescas empresas con miles de empleados, a hacer gigantescos negocios a escala mundial, a firmar complejos contratos internacionales, rápidamente podría darse cuenta del gigantesco fenómeno que se desarrollaba antes sus ojos.  Y es posible que preguntara algo así como: “Amigo, ¿cuánto quiere usted por esto?”. Es posible que alguien, desde el fondo de la comitiva le contestara: “Amigo, usted no tiene dinero suficiente para comprar esto”. No faltará, sin duda, ante tan impresionante fenómeno quien piense que no se puede “desperdiciar” esta magnífica oportunidad de hacer “negocio”. No faltará quien tema que el fenómeno pueda estar cambiando, que pronto quede reducido a un “espectáculo para turistas” con “figurantes” financiados por la administración pública, por una caja de ahorros, por una empresa eléctrica o por una marca de zapatillas deportivas, con publicidad en las capas o los faldones.

 Yo no creo eso. No hay dinero en el mundo para comprar el fenómeno que cada año, cuando llega la primavera se despliega alrededor de esa torre. El caso es que cada primavera miles de personas se ponen en acción para sentir la más grande y sublime emoción que se pueda imaginar. Miles de ciudadanos que actúan, aún sin conocerse, de forma perfectamente sincronizada para llevar a efecto un gigantesco fenómeno de luz, de color, de vida, de fe… Personajes de esa ciudad o venidos de otros lugares, dotados de las más lúcidas de las mentes, magníficos oradores y pregoneros, insignes y prodigiosos escritores han intentado explicar este fenómeno. El fenómeno en cuestión ha sido objeto de concienzudos estudios sociológicos, médicos, psicológicos, fisiológicos, jurídicos, económicos,  literarios ….. y ninguno de ellos ha sido capaz de plasmar en toda su amplitud, la magnitud del mismo.

Pero, ¿Cuánto valen los miles de horas de trabajo de los cientos de costaleros que portan nuestras imágenes, el tiempo de los miles de nazarenos que pueblan nuestras cofradías, las interminables horas de ensayos de los músicos que acompañan a nuestros pasos? ¿Cuánto valen las horas de las cualificadísimas personas que conforman las juntas de gobierno de nuestras hermandades? ¿Cuánto valen las horas de los interminables cabildos de oficiales, cuánto las horas de espera de las esposas (o esposos) de los oficiales, las horas de los exquisitos priostes? ¿Cuánto vale la belleza, el buen gusto, el “saber andar”, el artesonado de nuestros pasos? ¿Qué medida utilizamos para calcular el precio de la fe, de la emoción, de los sentimientos, del nudo en la garganta, del sacrificio?

El nazareno, llegado el momento, se pone el antifaz, como antes se lo puso su padre y se lo puso su abuelo, antes que su padre y como se lo pondrá su hijo. Cuando el nazareno se pone su antifaz siente en su piel la caricia de su padre, el beso de su madre, la sonrisa de su abuelo, la mano de su hijo. Cuando recorre las calles de Sevilla en la transición de la tarde a la noche, pasa por su mente toda su vida. Cuando se difumina en su puesto de la fila, junto a sus hermanos, se convierte en una pequeña parte de un cuerpo cósmico total y puede sentir cuánto dolor hay en el mundo, cuánto de malo puede llegar a haber en el alma humana y cuánto de bueno. Siente, en ese cálido atardecer del comienzo de la primavera, la más maravillosa de las sinfonías con los melodiosos acordes de la banda de música, el sonido suave y acompasado de las bambalinas, y el eco monótono de los vencejos. O, en el frío de la noche, siente el silencio, la nada, el vacío ¿Cuánto vale el beso de una madre o la caricia de un padre? ¿Cuánto valen el alma del nazareno, sus recuerdos, su niñez, sus sensaciones, su vida? “Amigo, usted no tiene dinero para comprar esto”.

La Semana Santa es eterna: estaba aquí mucho antes de que llegásemos y estará aquí cuando esas administraciones públicas, esas cajas de ahorros, esas empresas eléctricas, esas marcas de zapatillas deportivas e incluso el hombre del jet ya no figuren ni en las sombras del recuerdo. Entonces, como cada año, al llegar la primavera, filas interminables de nazarenos volverán a delinearse alrededor de esa torre, impresionantes y armoniosos pasos, portando la imagen de Dios o de su Madre, volverán a la Catedral, miles de vencejos seguirán revoloteando a su alrededor. Todo ello, junto al pueblo de Sevilla y el sonido, la luz, el color y el aroma de la Semana Santa, volverán a fundirse en un fenómeno maravilloso, cósmico, trascendente, del que nosotros, los anónimos nazarenos de hoy, sí seguiremos formando parte.

V.S.


4 de marzo de 2011

1 de marzo de 2011

LA LUZ ...

Llegan las fechas más hermosas para nuestra ciudad, y sin duda vivimos los días con la luz más bonita del año...Como muestra las bellas estampas que nos regala la Iglesia del Salvador un sábado por la mañana.