Solo cuando se dejan de tener se valoran muchas cosas. Cuando lo habitual se convierte en excepcional, es cuando de verdad entendemos la importancia de lo cotidiano. Llevar más de un cuarto de siglo acudiendo semana a semana, miércoles a miércoles, a aquella esquina donde siempre nos esperan, allí donde solo los que conocen Sevilla saben llegar, y saber que no hará falta ni pedir, una mano amiga te refrescará tu llegada con la rubia del sur. Saber que habrá un sitio reservado allí donde siempre, donde te sientes cómodo, donde te sientes como en casa, de donde no quieres moverte. Pues todo eso pasó ayer. El dichoso innombrable, ha hecho que nuestra ausencia se prolongara casi cuatro meses, pero también es cierto, y como dice uno de nuestros contertulios, mayor es el gozo si se vive la espera. Dura espera, agravada por la inesperada marcha de nuestro amigo Pedro.
Ayer era el día, miércoles por cierto, siempre miércoles, en que Pedrito, recogía el testigo de su padre, y reabría el bar tras esta larga ausencia. Dulce regreso, donde fuimos excelentemente acogidos , en las que pudimos disfrutar de un magnífico rato de tertulia, allí donde nunca debimos marchar.
Supieron a gloria esos dichosos manjares: mantecados, serranitos, esquinas, riñones, bravas, etc... , nunca se echaron tanto de menos.
Bares, esos lugares...
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