"Prometo traer la alegría.
Cuando ya clarea enero,
pasada la Epifanía,
cuando se acerca febrero,
y al fin se alargan los días,
cuando las tardes espero
y el sol hoy sí os acaricia,
¿no veis que llega ese eco,
el que proclama y decía
que aunque siga siendo invierno
ya se intuye la alegría?
Lo trae la luz, en un sueño,
la luz primera, que es la mía. Otra vez la luz primera.
¿Cuándo fue el momento aquel
que llegó la primavera?
Se alza el lirio y el clavel
para mecer esta espera
y la luz que te insinué
me gana la tarde entera.
Dime ahora, cuándo fue.
Cuándo fue la luz aquella
que mi corazón dispuso
a soñar nuevos azules
y se dispararon los pulsos
buscando una nueva Thule,
buscando una nueva Arcadia
donde la luz no se emule
y donde habite la gracia.
Dime ahora cuándo fue.
¿Tenéis la memoria lista? ¿Pero es que nadie lo ve?
A vosotros, más pequeños,
os diré cómo venía.
Os voy a contar el cuento
de aquella luz primeriza,
que antes de acabar enero,
quizás por Santa Lucía,
en el tiempo del recuerdo
cada tarde prometía
traer Sevilla de nuevo,
más cerca está cada día.
Vuelvo de nuevo a mis versos
tras veinte años, y decían:
Ya viene entrando la luz,
se mece por las esquinas
y vuelve callado el son
que te devuelve la vida. Ya viene entrando la luz,
cruzando todas las vías,
llamando a los corazones
a ver la ciudad escondida,
que ya pasaron los fríos
y se alargó el mediodía,
Sevilla cogió color
y se abrió paso su alegría
entre las noches desiertas
y entre los días sin día.
Ya viene entrando la luz,
qué cortita la mecida,
casi sin notarse apenas
el sol gana cada día,
y todo, aún siendo lo mismo,
qué distinto parecía,
la placita recoleta, el aire de la tarde misma,
la visión de la ciudad
de primavera vestida,
la sombra de aquella torre
y el halo de aquella brisa,
la imagen de los recuerdos,
esa ensoñadora esquina
donde los ojos no ven
lo que alcanza la poesía,
que con los ojos del alma
se ve lo que ni se mira.
Va brotando la ilusión,
la pasión de cercanías,
que aunque aún quedaba lejos
la luz era ya de vísperas,
y puertas fueron abriéndose,
y se abrieron celosías,
y se fue marcando el paso que aquella luz sugería.
La luz que te abrió los ojos
a lo que tanto querías,
la luz de final de enero
que era la luz de la vida,
la luz que fue despertando
emociones contenidas
en el mar de los desvelos
de las jornadas vacías.
Y en todos los corazones
do la ciudad pervivía
alzáronse las ventanas
que sólo eran rendijas,
se musitaron palabras
para dar la bienvenida
a aquella luz de deshielos,
de anhelos de cofradías,
de sombras sepias de antaño, que la memoria no olvida,
que el valor del tiempo eterno
siempre a su tiempo volvía.
Aquella luz que era duende,
misterio, color, compañía,
que era luz casi sin serlo
y era la que más lucía,
no por ser la luz más grande
ni más hermosa y lucida,
sino por ser la primera,
la ilusionada partida
hacia las fechas soñadas,
por ser la que descubría
todo lo que se albergaba
en aquellos que creían,
por ser principio, ilusión,
por ser luz siendo tan tibia,
por darle sombra a los sueños
que siempre se soñó Sevilla. Los días eran tan densos,
tan gris la monotonía.
Hacía frío, era invierno,
la noche entraba con prisa.
A poniente, allá lejos,
atardecer de ambrosía,
el sol se estaba poniendo
y el lubricán me traía
aquella luz de mi ensueño
que otro año renacía.
Supe que estaba en lo cierto,
la luz primera volvía.
La ví una tarde de enero,
me prometió la alegría"
D.Guillermo Gentil Alpériz (extraído del Pregón Tertulia Cofrade A Pulso 2017)
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